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Entrevista a Alfredo Morán, artista y tejedor talquino

De la pena a los colores, la historia de los telares del talquino Alfredo Morán

  • Miércoles 28 de julio de 2021
  • 18:01 hrs
  • Autor: Wendy Lucena Barboza
Sus piezas pueden encontrarse en su Fanpage Alfredo Talca. (Fotos: Bárbara Ramos)

Sus piezas pueden encontrarse en su Fanpage Alfredo Talca. (Fotos: Bárbara Ramos)

Hoy a propósito del venidero Día de la Región del Maule (que se celebra el próximo viernes 30 de julio), el equipo de Diarios en Red conversó con Alfredo Morán, uno de los pocos hombres dedicados al oficio de crear piezas en telares en la región, y quien se ha caracterizado por crear llamativos telares.

El sabor y olor de un buen mate, la fiel compañía de su perro y los sonidos de la radio AM acompañan la labor de Alfredo Morán, artista y tejedor talquino, en un acogedor taller en su casa al surponiente de la capital maulina. Sus coloridos y significativos telares, hechos en telar María -también conocido como telar peine- representan una riqueza de la cultura y patrimonio maulino.  

Alfredo ha estado vinculado desde muy pequeño a la lana y al tejido por sus visitas a la casa de su abuelo en el campo. “En la casa de mi abuelo había una señora llamada Graciela, le decían Chela y en las ocasiones que yo iba la veía siempre usando el huso y ella me enseñó a usar el huso”, recuerda sobre primer acercamiento al mundo textil.

Tras esa experiencia quedó una inquietud en él y tiempo después le pidió prestado un telar a Telania, una de sus tías abuelas. Si bien en ese momento solo dio sus primeros pasos, años después la vida lo volvió a reencontrar con este oficio.

“En los años 70 hubo un resurgimiento con la lana sintética y mi mamá compró dos máquinas, luego vino el golpe de estado y ella siguió trabajando con estas máquinas manuales y nos enseñaba con agujas grandes. En ese tiempo -con ese oficio-  pudimos pagar las deudas y la alimentación”, recuerda. 

Tiempo después, Alfredo viajó a Santiago donde viviría distintas experiencias: estudió fotografía, aprendió el oficio de peluquería, se casó y posteriormente se separó, entre otras vivencias, todas lejos de la lana y el tejido.  

La pena lo acercó nuevamente a los telares

El dolor por la muerte de su madre lo acercó nuevamente a los telares, con el interés de aprender la creación de alfombras y tapices que su madre había empezado a hacer.  

“Mi pena era tan grande y yo no tenía nada de ella. Le pregunté a mis hermanos y una de mis hermanas me dijo yo tengo dos alfombras que no las terminó. Entonces, yo tomé la alfombra que estaba a medio empezar, la desarmé y después la empecé a armar, a volver a hacer el mismo dibujo que había hecho ella y ahí me di cuenta de que podía hacer algo con las lanas”, recuerda. 

Tras reencontrarse con la lana, inició su camino para aprender más sobre el oficio de su madre y así afrontar su pena. “Empecé a conectar con las artesanas de aquí, a buscar materiales entre las tías abuelas, preguntarle si tenían algo de mi tía Telenia -que me había enseñado con el telar de peine- y me entregaron un bastidor chiquitito que ella tenía. Partí haciendo cosas y así, con pena fui terminando la alfombra de mi madre y trabajaba con los telares”, cuenta.  

“Me empecé a especializar tan rápido, porque quería acabar rápido la pena y el dolor”, agrega.

El telar mural  

Alfredo se caracteriza por la creación del telar mural, y sus primeros pasos fueron la creación de piezas que reflejan árboles y paisajes. Tal como en la naturaleza, sus árboles cuentan con diferentes estructuras y colores. “Los árboles dan ese calor que tienen las mujeres en general, esa protección. Entonces, empecé a hacer árboles pensando en mi madre, hermanas e hijas”, dice. 

Junto con sus distintivos árboles y con el paso del tiempo, ha incorporado paisajes rurales y últimamente ha incursionado en deidades Incas. “Se hacer prendas utilitarias, pero a la vez trabajo el arte emocional del telar, que tiene que ver con el mural y el tapiz”, agrega. 

Para crear sus murales utiliza lana y en ocasiones algodón, una vez ordenado el material, empieza su obra.  “Yo ordeno los colores que voy a trabajar, pero en el trayecto de esta pintura con lana digo que le falta otro tipo de naranjo y busco otro tipo de naranjo parecido”, explica.

Sus piezas son únicas y ha dejado de hacer trabajos a pedido, pues prefiere ofrecer los murales que surgen de la inspiración. “Quiero que la gente valore lo que ve, porque esto no es un mall, es un arte que salió en ese momento y se hizo con el corazón, con la pena, la alegría, el calor o el frío del momento”, dice.

El valor del artesano en la región

A sus 63 años Alfredo se muestra agradecido de haber aprendido a tejer un oficio que le acompaña y le ha permitido vincularse con diversos artesanos de la región. “Yo aunque estoy solo con la radio, mi perro y mis árboles, la lana es una compañía placentera que no me produce estrés ni ansiedad que tiene la gente joven. Escucho radio AM, su música mexicana y saludos, porque cada vez que iba a un lugar y conocía a una artesana estaba escuchando radio AM”, cuenta.  

Como parte de sus anhelos respecto a su oficio y a la artesanía en general, el talquino hace un llamado a que se fortalezca la enseñanza y la valorización de estos saberes en la región. “Yo espero que la gente tenga una apreciación del arte textil, que le den el valor e importancia a lo que significa ser artesano de la séptima región”, señala. 

“Que la gente diga yo tengo una manta hecha por una artesana de San Clemente, yo tengo un jarro para tomar agua que es de Pilen, o una puntilla de Panimávida, una silla de madera de Vichuquén, eso yo espero. Que la gente valore a sus artesanos, que así como hablan de la cueca y del rodeo, sientan ese valor que tienen los artesanos y que se abracen a esa emoción”, concluye.